El consumo básico de las familias ha crecido exponencialmente durante 2022 a causa de la subida generalizada de los precios. La comida y la energía, dos elementos difícilmente reemplazables en la economía de un hogar, elevan la presión sobre el presupuesto familiar con una subida del 19% interanual. Traducido a términos monetarios, si el año pasado el gasto de las familias ascendía a 153.000 millones de euros, de mantener el mismo ritmo el propio desembolso superaría este año los 182.000 millones de euros, 29.200 millones extra. A costa, eso sí, de endeudarse o limar su ahorro.

Esta cambio considerable en el consumo familiar se produce en un ejercicio en el que el Gobierno ha puesto en marcha medidas generalizadas para una gran parte de la población. Estas ayudas no selectivas en materia energética son ineficientes si se excluye del análisis el impacto que supone el encarecimiento de las facturas según los distintos niveles de renta.

Tal y como señalaba esta misma semana Fedea, el think tank económico de estudios de economía aplicada, los hogares con ingresos modestos y, por consecuencia, más necesitados, absorbían ya en 2021 algo más de un tercio del consumo destinado a alimentos y energía. Estas familias son las que ingresan hasta 2.000 euros mensuales, y se corresponden prácticamente con la mitad (nueve millones) del número total de hogares que hay en España (18,8 millones).

Los alimentos y bebidas no alcohólicas, junto con la electricidad, el gas o la utilización de vehículos personales y transporte -elementos fundamentales del día a día- arrastran un incremento interanual del 19% armonizado entre los países de la eurozona, según revelan desde Eurostat.

El gasto medio de cada hogar crece directamente proporcional al nivel de ingresos. Otro punto que aporta valor a una política de ayudas selectiva se apoya en que el consumo de alimentos tiene un peso evidentemente mayor en aquellas familias que menos tienen: los hogares de más bajo nivel de gasto (quintil 1) dedican más del 20% de su presupuesto de gastos a alimentos, mientras los más ricos rebajan esa presión sobre sus cuentas hasta el 12,5%, según datos que recoge el INE de 2021.

Los primeros dedicaron más del 64% de su presupuesto a gastos relacionados con vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles y alimentos y bebidas no alcohólicas. Por su parte, el 20% de los hogares con mayor gasto (quintil 5) destinaron menos de la mitad de su presupuesto (41,7%) a este tipo de gastos.

Hábitos de consumo

Los 29.200 millones extra a asumir por los hogares se darían en un supuesto en el que los españoles mantuvieran un hábito de consumo similar. En ambos lados de la balanza, el poder adquisitivo y un ahorro que se va erosionando por el mayor coste de la vida, o el mantenimiento de un nivel de vida similar al de años previos.

Según cálculos de KPMG, el impacto de la inflación podría llegar hasta los 3.000 euros en los hogares españoles este año. Y esta cuantía se debe al impacto del alza de precios en las partidas básicas de consumo.

No todos los consumidores se decantan por mantener su nivel de vida. Pese al ahorro acumulado durante la pandemia por el menor abanico de oportunidades de ocio, viajes y la estabilidad de precios de 2020, el gasto en consumo final de los hogares se mantuvo en positivo (+1,5% interanual), pero creció un punto menos en el tercer trimestre, lo que indica un debilitamiento de un pilar fundamental para la economía.

«De esta forma, el consumidor se está volviendo especialmente sensible al factor precio», indican en el informe de KPMG publicado esta misma semana. La inflación es un debate popular y muestra el malestar social al encontrar la población más dificultades para acceder a productos que antes suponían un esfuerzo menor.

De cara al medio plazo, el endeudamiento se antoja una opción adversa para que las familias puedan hacer frente a los pagos por el progresivo endurecimiento de las condiciones de financiación por las subidas de los tipos de interés.