Google incurrió en prácticas ilegales para preservar su monopolio en las búsquedas en internet
Google tiene el dudoso honor de haber cosechado la primera derrota de envergadura de un gigante tecnológico ante los tribunales.
Según el juez federal Amit Mehta, la compañía violó la legislación antimonopolio estadounidense en el sector de las búsquedas en internet, con pagos multimillonarios a diversos fabricantes tecnológicos para mantener su motor de búsqueda como predeterminado en los navegadores web, una práctica que viola la legislación estadounidense.
«Tras haber considerado y sopesado cuidadosamente el testimonio de los testigos y las pruebas, el tribunal llega a la siguiente conclusión: Google es un monopolio y ha actuado como tal para mantenerlo», escribió Mehta en su dictamen de 277 páginas.
El caso fue presentado por el Departamento de Justicia de Estados Unidos, junto a docenas de fiscales de distintos estados. Las vistas comenzaron el pasado otoño y durante semanas pasaron ante la sala del tribunal numerosos directivos de las principales firmas del sector.
Este juicio antimonopolio histórico terminó en Washington el pasado mayo y suscitó especial interés porque era el primero de otros muchos casos similares contra otras tecnológicas (la propia Google tiene alguno más pendiente) que se encuentran en distintos momentos procesales.
El fallo del juez Mehta supone una importante victoria para el Departamento de Justicia en su cruzada por poner límites al poder descontrolado de los gigantes de Silicon Valley.
Eliminar del tablero a los competidores
Según el magistrado, Google, que aglutina el 90% de las búsquedas globales en internet, se ha servido de su abrumadora posición de dominio para eliminar del tablero a sus posibles competidores. Ese monopolio en las búsquedas ha permitido, dice el juez, mantener también un dominio en la publicidad que se muestra en las páginas de resultados en las búsquedas.
La sentencia no incluye qué medidas tiene que tomar Google para remediar esas prácticas ilegales. Es algo que debe decidir ahora el juez Mehta y que podría obligar a la empresa a cambiar su modo de funcionamiento o a vender parte de su negocio.
Se pone así fin a un caso que arrancó en 2020 cuando el Departamento de Justicia y los estados demandaron a Google por su posición dominante en las búsquedas en internet, un negocio que genera miles de millones de beneficios anuales. El Departamento de Justicia afirmó en la presentación de los cargos que el motor de búsqueda de Google realizaba casi el 90% de las búsquedas en internet, una cifra que la empresa rebatió.
Como se desveló en la sala, la empresa gasta miles de millones de dólares al año para ser el motor de búsqueda por defecto en navegadores como Safari de Apple y Firefox de Mozilla. Incluso pagó a Apple en 2021 unos 18.000 millones de dólares para ser la opción predeterminada en los dispositivos fabricados por la compañía de la manzana.
El consejero delegado de Alphabet, Sundar Pichai, declaró cuando le tocó el turno de subirse al estrado que Google creó un mejor servicio y que los usuarios buscan en Google porque lo encuentran útil.
«Google gana porque es mejor«, dijo John Schmidtlein, principal abogado de Google en el caso, durante los alegatos finales.
El Gobierno de EEUU argumentó que, al pagar miles de millones de dólares para ser el motor de búsqueda por defecto en los dispositivos de los consumidores, Google había negado a sus rivales la oportunidad de alcanzar la escala necesaria para competir con su motor de búsqueda. En su lugar, Google recopiló más datos sobre los consumidores que utilizó para hacer que su motor de búsqueda fuera mejor pero también aún más dominante.
Google trató de controlar la cobertura del juicio
Desde el inicio del largo proceso, Alphabet (la matriz de Google) trató de obstaculizar tanto su desarrollo como, sobre todo, su cobertura informativa. La compañía logró que se impidiese la retransmisión en vídeo de las sesiones y los pocos documentos exhibidos ante el tribunal que vieron la luz lo hicieron severamente censurados, tanto que en ocasiones eran páginas tachadas casi por completo.
Y aún más: la presencia de prensa en la sala estaba poco menos que vetada. Los pocos que conseguían acceder a las dependencias destinadas a la prensa no solo no podían introducir dispositivos electrónicos para trabajar sino que ni siquiera podían tomar notas manuscritas.
Pero eso no ha impedido que, a lo largo de los meses que duraron las vistas, todo fuese profusamente analizado y comentado en los medios estadounidenses, sobre todo los especializados, que detallaron las maniobras (algunas muy técnicas y otras tan simples como impedir que otros buscadores accedan a información que debería ser pública) de las que Google se ha valido para convertirse, de facto, en el buscador por antonomasia.
La defensa de Google recuerda a la de Microsoft en el caso Internet Explorer
La defensa de la tecnológica trató durante el juicio primero rebatir esas tácticas y después, cuando quedó patente que sí que existían, que explicasen por sí solas su dominio casi total del mercado. Como indicamos más arriba, el abogado John Schmidtlein insistía en que Google «tiene un mejor producto y por eso no daña a la competencia», mientras que la Fiscalía consideraba que lo hacía y que al desplazar a sus competidores perpetuaba su monopolio.
Además de dominar el mercado de buscadores (y posteriormente el de navegadores con Chrome), la acusación sostuvo que, desde su fundación en 1998, Google ha monopolizado la publicidad en internet forzando a las empresas de publicidad y marketing a usar sus productos al precio que unilateralmente determinaba.
Precios que, claro, ha ido subiendo sin pausa para aumentar los márgenes del que es, de hecho, el motor financiero del megaconglomerado Alphabet.
Junto al «mi producto es mejor», la defensa de Google incidió en otra línea de defensa que recordaba a la esgrimida hace décadas por Microsoft en el que quizás fuese el primer gran caso de monopolio de la era tecnológica: el del navegador Internet Explorer. Microsoft decía entonces que no obligaba a los consumidores a utilizar su programa para acceder a la Red, y que los usuarios siempre podían instalar cualquier otro.
Ahora, Google repetía algo similar: que con unos pocos clics cualquiera puede emplear un navegador distinto a Chrome y, por supuesto, un motor de búsqueda que no sea Google.
Siendo cierta esa afirmación, tanto en el caso de Microsoft como en el de Alphabet, no lo es menos que muchos consumidores ni saben que existen otras opciones, o que algunas de esas posibilidades sean mejores. Y, seamos sinceros, si se pregunta al usuario medio si sabe cómo cambiar de navegador o de motor de búsqueda, es posible que muchos respondan «¿qué es un navegador?» o «¿qué es un motor de búsqueda?».
Por no hablar de que Google ha ido con los años escondiendo más y mejor opciones básicas de configuración, seguridad y privacidad (especialmente en Android, claro). Algunos a lo mejor ni sabrán que se puede desactivar Google Discover.
La situación en la Unión Europea
Aunque aún está por ver qué consecuencias reales tendrá el fallo del juez Mehta tanto para la forma de operar de Google como para el futuro de la compañía o incluso para el devenir del sector de las grandes tecnológicas mundiales, es probable que las repercusiones en la Unión Europea sean diferentes.
La Comisión tiene abiertos distintos procedimientos tanto contra Google como contra otros gigantes de internet, sobre todo desde la entrada en vigor de la Ley de Mercados Digitales y la Ley de Servicios Digitales. En virtud de ambas normas, Bruselas ha iniciado diversos expedientes contra las principales redes sociales pero también contra Google o Apple, por citar solo unos ejemplos.
Esas pesquisas se han traducido en cambios que sería largo resumir aquí pero de los que podríamos destacar la paralización del entrenamiento de la inteligencia artificial de Meta con las publicaciones de los usuarios de Facebook e Instagram o medidas para abrir la App Store de Apple y su sistema de pagos a otras compañías.
Y, lo que nos interesa aquí, una decisión que tiene que ver con la elección del navegador y el motor de búsqueda en internet.
Desde hace unos meses, cada vez que configuramos por primera vez un dispositivo móvil se nos pregunta, ahora sí de forma clara y explícita y muy al principio de la configuración, qué navegador queremos usar como predeterminado y, también, cuál es el buscador que queremos utilizar.
Desconocemos cuántos usuarios se decantan desde ese cambio por opciones distintas a las que tienen que ver con Google, pero al menos esa elección es mucho más transparente.