Bancos y prestamistas privados elevan la exigencia de garantías para dar crédito
La parte positiva es que la liquidez está fluyendo hacia las empresas y que el dinero no se ha retirado de la partida. La negativa, que cada vez hay más contraprestaciones a cambio de conseguir préstamos. Los precios han subido después de años de bajadas por las políticas ultralaxas de los bancos centrales, con el consiguiente impacto en los costes de financiación. Pero a eso se une la exigencia de mayores garantías, con la petición de prendas personales incluida.
El contexto de incertidumbre que plantea la crisis del Covid-19 es el culpable. «Los bancos son ahora más prudentes», asegura Pedro Afán de Ribera, responsable de Debt Advisory de Arcano. Y lo son en varios frentes: «Los niveles de apalancamiento, los colaterales y los tickets [el dinero que ponen en cada operación de crédito]», añade.
Los tradicionales préstamos asegurados, en los que un banco se compromete ante la empresa a aportar un determinado volumen de fondos y luego sale al mercado a buscar otras entidades que tomen partes más pequeñas han pasado a la historia. «No veremos aseguramientos, sino más formatos club deal [en los que cada banco pone su parte desde el principio y en parecida proporción]», anticipa el experto en deuda de Arcano.
Sin embargo, los bancos no son los que más están exigiendo. La mayor cautela los está llevando a ser más cuidadosos con las garantías que solicitan, pero no están pidiendo colaterales adicionales significativos. Los prestamistas privados o alternativos sí lo están haciendo.
Los fondos de préstamo «están queriendo reforzar su situación ante un eventual default», apunta Afán de Ribera. A ellos les toca aportar dinero en las operaciones donde no entran el Instituto de Crédito Oficial (ICO) y los bancos, o donde se necesitan recursos adicionales para complementar las aportaciones de la financiación tradicional. «Para las operaciones más arriesgadas, sí piden muchas garantías adicionales. Sobre todo están pidiendo la prenda de las acciones en muchos casos y en alguno hasta garantías personales adicionales», señala.
Aprovechar el momento
Aunque la recomendación de los bancos de inversión es que las empresas eviten este tipo de garantías, también reconocen que el dinero ahora está al alcance de la mano y que hacer acopio es una protección frente al futuro. «Buscar soluciones de financiación puede suponer un mayor coste y condiciones más estrictas, pero pensamos que el impacto de esta emergencia se va a prolongar por lo menos hasta el año que viene, por lo que es aconsejable anticiparse a esperar a que la situación mejore», advierte Roberto León, socio del área de Banca de Inversión de Alantra.
Sobre todo, porque la disposición de los bancos para apoyar a las empresas es elevada en estos momentos y el número de fondos de préstamo dispuestos a operar en España se ha disparado. «Todas las partes implicadas están intentando colaborar para solventar las consecuencias más inmediatas de esta pandemia», añade León. «Las ayudas públicas son un recurso interesante para quien pueda acogerse a ellas, las entidades financieras están haciendo esfuerzos para acelerar y flexibilizar procesos y además existe una mayor liquidez en el mercado frente a crisis anteriores».
Eso sí, las empresas tendrán que rascarse el bolsillo. Los costes han subido y tanto bancos como fondos de crédito están repercutiendo en los precios la mayor incertidumbre y los riesgos por la crisis que ya ha estallado.
La financiación del ICO es la única que se mantiene en los niveles previos a la pandemia. Los bancos han asumido ese compromiso. Fuera de ese circuito, la situación cambia. Cada empresa tendrá un coste distinto según su perfil, pero de media los bancos están pidiendo entre 50 y 150 puntos básicos más de margen en sus préstamos, según los datos de Arcano.
Los fondos de préstamo están yendo más allá y la subida es del 20% sobre lo que venían cobrando. El aumento del riesgo y la falta de visibilidad son dos motivos para ello, pero hay otro: el coste de oportunidad. La crisis ha aumentado la rentabilidad de otro tipo de activos, como los bonos high yield de las empresas con peor nota de solvencia o la deuda que se negocia en el mercado secundario. «Son mercados líquidos (no hace falta un proceso concursal para liquidar la posición) y con rentabilidades muy altas», afirma Pedro Afán de Ribera. La competencia ha aumentado y si las empresas quieren el dinero les tocará pagar más caro.