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Cosmética natural… ¿O greenwashing?

Cosmética natural… ¿O greenwashing?

En la actualidad la preocupación por la conservación y cuidado del medio ambiente está experimentando un tremendo auge en la población y esto, en parte, es debido a las grandes facilidades de acceso a la información que tenemos los consumidores, ya que hoy en día cualquier persona que tenga acceso a internet tiene la posibilidad de buscar información relevante que le resulte de interés.

En este sentido, la cosmética no ha permanecido ajena a esta situación y se ha convertido en uno de los sectores en que los consumidores mostramos más preocupación por la calidad y la composición del producto. Siempre teniendo en cuenta que el sector de la cosmética se enfrenta a unos consumidores cada vez más informados y exigentes, que en muchas ocasiones se decantan por escoger aquellos productos que prometen ser respetuosos con el medio ambiente, con el bienestar de los animales, que procedan de agricultura ecológica o cuyos ingredientes sean lo más naturales posibles.

España se mantiene como el quinto mayor mercado europeo de cosmética, con un gasto medio por persona de 154 euros al año. Los expertos proyectan que las ventas mundiales de cosmética natural y ecológica crecerán entre un 5% y un 8%. Por tanto, los cosméticos naturales y ecológicos siguen siendo un motor para toda la industria.

No cabe duda de que la cosmética natural y ecológica es aceptada de una manera muy positiva en la sociedad y de que el consumidor de este tipo de productos es un consumidor movilizado por el cuidado del medio ambiente y el cuidado personal libre de químicos, por lo que algunas empresas han tomado el discurso ecológico y lo han hecho suyo como forma de diferenciación y encontrando en este un valor añadido en términos de competitividad. Por ello se puede decir que lo natural y orgánico está de moda, pero surgen preguntas como ¿Cuál es la diferencia entre un cosmético natural y orgánico?, ¿hay suficiente información sobre ellos? ¿Cómo se si realmente estoy ante un producto con estas características o estoy siendo víctima de un fraude publicitario?, ¿estoy realmente ante un cosmético cruelty free?

Sin duda, resulta inquietante ver productos cosméticos en el mercado con el apellido “natural”, “bio”, “eco” u otros términos similares, que realmente no hayan pasado por una certificación y que se basen en elaborar productos más baratos que permitan obtener un mayor margen de beneficio, vendiéndose a un precio notablemente superior.

Cosmética ecológica y natural ¿realmente es lo mismo?

Para el consumidor distinguir entre natural y ecológico es algo complicado si no se está familiarizado con este tipo de productos y sus características, por lo tanto, muy fácilmente algo natural puede confundirse con ecológico y viceversa, pero no se trata de términos similares.

Por desgracia, en la actualidad no existe un consenso o un criterio unánime para definir la cosmética ecológica de una sola forma y, como consecuencia de esta falta de concreción terminológica, el consumidor puede verse expuesto a numerosas dificultades para valorar las prestaciones y características de este tipo de productos, lo que puede traducirse en adquirir este tipo de productos sin tener toda la información necesaria para poder valorar si realmente merece la pena adquirirlo o no. Sin embargo, sí que se establecen algunos requisitos que un producto ecológico debe respetar para ser catalogado como tal y el más importante es que para que un producto cosmético se pueda etiquetar como Ecológico, Biológico, Eco, Bio u Orgánico, tiene que contener un % significativo de ingredientes que hayan sido producidos y procesados según los métodos de producción ecológica que establece el Reglamento CE 834/2007 u otras normas reconocidas, y que cuenten con un certificado emitido por una entidad de certificación autorizada. Estos ingredientes que proceden de la agricultura deben haber sido producidos libres de herbicidas y fertilizantes artificiales, no contener colorantes, conservantes o productos químicos artificiales o sintéticos incluyendo los parabenos y sulfatos. Es decir, que en ningún caso se puede catalogar un producto cosmético como “ecológico” solamente por el mero hecho de no usar plástico en su embalaje, tal y como en muchas ocasiones nos hacen creer.

Por otro lado, la cosmética natural y al contrario de lo que sucede en la cosmética ecológica, puede llevar ingredientes que hayan sido procesados en un laboratorio, es decir, ingredientes que son de procedencia natural pero que no se encuentran en la naturaleza como tal y necesitan ser procesados. Asimismo, y al contrario de lo que sucede con la cosmética ecológica, los ingredientes no tienen por qué proceder de la agricultura ecológica, por lo que pueden ser utilizados pesticidas y herbicidas.

En definitiva, los cosméticos ecológicos (eco), biológicos (bio) y orgánicos, a efectos prácticos, son lo mismo. Sin embargo, son diferentes a los cosméticos naturales. Por supuesto, un cosmético ecológico siempre será natural, pero no todos los productos naturales serán ecológicos. Muchos fabricantes utilizan pequeñas proporciones de ingredientes naturales para poder utilizar ese término, pero no cualifican ni certifican para poder decir que son ecológicos.

Regulación de los cosméticos naturales y ecológicos

Una vez que ya tenemos clara la terminología y las principales diferencias entre esta tipología de cosméticos, llega el momento de poner el foco en su regulación normativa.

En este sentido, y a pesar del impacto económico y social que este mercado tiene, en la actualidad no existe ninguna normativa europea que detalle los requisitos a cumplir por este tipo de cosméticos en cuanto a las sustancias permitidas y prohibidas, la proporción de ingredientes de origen natural, las normas del etiquetado, etc… Por lo que los consumidores de este tipo de productos no cuentan con un paraguas legal que les ampare a la hora de defender sus derechos e intereses legítimos.

Para suplir esta falta de regulación normativa, la Comisión Europea encargó a la asociación comercial europea de la industria cosmética y del cuidado personal (Cosmetics Europe), la elaboración de la norma UNE-ISO 16128-2:2019, que establece una definición más clara de la cosmética natural, pero que es una normativa laxa que no entra a valorar los criterios mencionados anteriormente, ya que no establece porcentajes mínimos de ingredientes para poder denominar el producto cosmético como natural o ecológico. Además, el cumplimento de esta norma se rige por la voluntariedad y no presenta carácter vinculante. En definitiva, no es una imposición legal ni tampoco sirve como certificación de productos cosméticos naturales o ecológicos.

Llegados a este punto, muchos estarán pensando: “Vale, entonces ¿Cómo puedo saber a ciencia cierta qué tipo de producto estoy comprando?”. Pues bien, habrá que atender a los organismos certificadores que son los que garantizan al consumidor que un producto es verdaderamente ecológico.

Cada organismo certificador posee diversos criterios de exigencia para los productos cosméticos, teniendo unos un mayor nivel de rigurosidad que otros. De esta forma, podemos saber que estamos ante un cosmético certificado gracias al sello o logotipo del organismo certificador que encontraremos impreso en el envase, sin olvidarnos de que un mismo cosmético puede obtener más de una certificación, por lo que no es extraño encontrar varios sellos en un mismo producto.

De esta forma, a la hora de comprar un cosmético con estas características lo primordial es buscar entre aquellos que tengan una certificación para poder estar seguros de que en realidad han seguido los criterios y requisitos exigibles. En este sentido, las principales normas de certificación de cosméticos que se pueden encontrar en España (BioVidaSana, Ecocert, Natrue o Cosmos…) establecen diferentes categorías en función del porcentaje de ingredientes ecológicos que lleve el producto, reflejando el etiquetado en cuestión esta clasificación. Por ejemplo, la norma Nature dispone de sellos de tres categorías (natural, natural con ingredientes ecológicos, y ecológico) y la norma Cosmos también establece categorías diferenciadas para cosmética natural y ecológica.

En este punto, no podemos dejar pasar la oportunidad de realizar una reivindicación y recordar la necesidad existente de que se lleve a cabo una regulación normativa de estos artículos a nivel europeo, pues son muchos los consumidores que debido al desconocimiento o a la falta de información en este ámbito, pueden ver vulnerados sus derechos exponiéndose a una publicidad que no sea leal, veraz, honesta y legal.

¿Y qué hay de los cosméticos cruelty free o “libres de crueldad animal”?

Sin duda, la conciencia y responsabilidad medioambiental de la sociedad y el respeto con el bienestar animal van de la mano. En este sentido, no hemos querido olvidarnos de los cosméticos libres de crueldad animal o “cruelty free”.

Desde el año 2013, la legislación europea prohíbe la experimentación en animales para obtener productos cosméticos como pueden ser geles, cremas faciales, champús… A excepción de productos de carácter químico o farmacéutico. 

Más concretamente, este reglamento estable que “se prohíbe la realización de experimentos en animales con los productos cosméticos acabados” y “la introducción en el mercado de productos cosméticos que contengan ingredientes o combinaciones de ingredientes que, con objeto de cumplir los requisitos del presente Reglamento, hayan sido objeto de ensayos en animales”.

Esto quiere decir que, automáticamente, todos los productos que se fabriquen y vendan en la Unión Europea no podrán haber sido testados en animales.

Efectivamente, las marcas de cosmética que fabrican y venden en Europa y que anuncian que no testan sus productos en animales son “cruelty free”, pero también lo son aquellas marcas que no lo indican a los cuatro vientos para diferenciarse de las demás. Es decir, si ves un producto cosmético en el que se incorpora un logo o cualquier eslogan “cruelty free” debes tener en cuenta que lo que busca es la diferenciación con el resto de competidores del mercado, presentando un beneficio determinado e induciendo a interpretaciones erróneas en los consumidores, cuando lo único que estaría haciendo sería ajustarse al cumplimiento de los requisitos mínimos legales establecidos.

No es oro todo lo que reluce

Desde la Unión de Consumidores de Extremadura  denunciamos el vacío legal de este tipo de productos y solicitamos la aprobación de una regulación europea para frenar este engaño al consumidor, pero mientras llega… ¿Qué podemos hacer como consumidores?

Sin duda, informarnos bien antes de llevar a cabo cualquier decisión de compra para no caer en el engaño de una publicidad que no se ajusta a la realidad, leer muy bien la letra pequeña, huir de palabras vacías como “verde”, “natural”, “bio” o ‘ecofriendly’, buscar certificaciones oficiales, analizar el proceso completo de producción, buscar quién hay detrás de las empresas y conocer su política.

Como siempre, la decisión final de compra va a estar en manos de los consumidores, pero solo si estamos correctamente informados podremos conseguir comprar con criterio, con conocimiento y teniendo en nuestro poder las herramientas necesarias para tomar decisiones acordes a nuestros principios y creencias.

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