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Regulación de la información nutricional en la compra de alimentos por internet

Regulación de la información nutricional en la compra de alimentos por internet

Hacer la compra por Internet es cada vez más habitual. Diversos estudios confirman que el comercio digital va en aumento, y esto incluye a los productos de alimentación, cuya venta online se impulsó de manera notable en 2020. En la actualidad, más del 30 % de los consumidores utiliza esta vía, según apunta el Observatorio Asedas para la Evolución del Comercio Electrónico de Alimentación.

La compra online es una experiencia diferente a la compra tradicional. Una de sus particularidades es que no podemos ver ni tocar los productos antes de tomar una decisión; debemos fiarnos de las imágenes. Para muchas personas, esto es una desventaja con respecto a la compra tradicional.

Las limitaciones de elegir mirando fotos se notan, sobre todo, con los productos frescos. No en vano, esta es la categoría que menos nos convence y la que menos usamos en Internet: para elegir naranjas, filetes o lechugas, preferimos explorar el producto real, mirarlo de cerca, sostenerlo en las manos.

Con los alimentos envasados es distinto. En este caso, la compra online resulta mucho más sencilla porque se parece más a la que hacemos en el supermercado. Allí, cuando adquirimos galletas, infusiones, zumos o productos precocinados, también nos guiamos por las imágenes que vemos en los envases, ya que los alimentos que están dentro muchas veces no se ven.

La diferencia es que, cuando tenemos un envase en las manos, podemos darle la vuelta, revisar su etiquetado y leer la lista de ingredientes para tener una idea más certera de qué clase de producto es. ¿Qué pasa con esta información cuando compramos por Internet?

El etiquetado de alimentos también llega a la web

La información que se facilita a los consumidores en los envases alimentarios está regulada por el reglamento europeo 1169/2011, aprobado hace una década por el Parlamento Europeo y el Consejo de Europa. El espíritu de esta normativa es garantizar que nos llega una información clara y veraz sobre los productos para que elijamos sabiendo lo que compramos.

Por eso, la información alimentaria es obligatoria. Como señala el propio reglamento, la consideración principal debe ser que los consumidores puedan reconocer y hacer un uso adecuado de los alimentos, así como tomar decisiones que se adapten a sus necesidades dietéticas individuales.

Esto explica que se regulen desde el orden de la lista de ingredientes (que deben enumerarse de mayor a menor) hasta el tamaño mínimo de la letra pequeña, pasando por la obligación de especificar qué cantidad de un ingrediente destacado contiene un producto. Si en la parte frontal leemos, por ejemplo, “almendras”, en la lista de ingredientes tendremos que ver qué porcentaje de almendras se ha empleado.

El reglamento abarca también la información que se ofrece en Internet, cuando se trata de venta a distancia. Así, si visitamos la web de un supermercado, una tienda o del propio fabricante que vende al público, tendremos que hallar las mismas menciones obligatorias que encontraríamos en los envases, como la denominación del producto, la lista de ingredientes, la información nutricional, el lugar de origen o la fecha de consumo preferente o de caducidad, entre otros. Esta información, además, debe estar “disponible antes de que se realice la compra” y ha de ser gratuita.

Pero ¿qué pasa cuando es errónea? ¿Qué pasa, por ejemplo, si la lista de ingredientes que se muestra en la web no se corresponde con la lista de ingredientes que se exhibe en el envase? Lo que pasa es que esa información engaña al consumidor e incumple la normativa.

 

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