Riesgo cardiovascular, otro peligro de las bebidas energéticas
Solo en España se calcula que se beben una media de hasta tres litros de bebidas energéticas por persona de forma anual. Esto quiere decir que habrá individuos que superarán esta media con creces, y otros que no probarán ni gota de este tipo de bebidas refrescantes ricas en cafeína y otros componentes no menos importantes.
Solo durante el pasado año 2018, el mercado de las bebidas energéticas superó los 53.000 millones de dólares en el mundo. Y eso puede ser un grave problema para la salud, según trabajos como el recientemente publicado en Food & Chemical Toxicology: el consumo de bebidas energéticas puede alterar la función del corazón.
Ya se sabe, por anteriores investigaciones, que el consumo de bebidas energéticas no es inocuo: cada lata de 200-250 mililitros de estas bebidas contiene alrededor de 80 miligramos de cafeína, el equivalente a una taza de café americano de unos 200 mililitros, o bien el equivalente a un café solo de 100 mililitros en España, que suele ser bastante más concentrado.
Se sabe que la cafeína puede provocar cierta deshidratación leve, aunque no es algo común, pero sí descrito por los estudios en determinados individuos. En el caso de las bebidas energéticas, anteriores estudios ya han demostrado aumentar el riesgo de taquicardia, hipertensión o eventos cardiovasculares en general incluso en individuos adolescentes sanos.
Como bien recuerda Ivan Rusyn, profesor del Departamento de Biociencias Integrativas Veterinarias en la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Texas, y responsable principal del estudio, actualmente el consumo de estas bebidas no está regulado y son fácilmente accesibles para cualquier grupo de edad, siendo por tanto un tema de preocupación en el ámbito de salud pública, más si cabe teniendo en cuenta la amplia gama de efectos adversos para la salud que tiene su consumo.
En este nuevo trabajo, una vez más, se ha corroborado que el consumo de bebidas energéticas tiene efectos adversos de forma concreta en las células musculares del corazón o cardiomiocitos. Si bien el estudio se dio en células cardíacas humanas cultivadas en laboratorio, ya se sabe que en un ambiente cotidiano las bebidas energéticas sí afectan a la función cardíaca.
En este caso, se analizaron 17 de las marcas de bebidas energéticas ampliamente disponibles en el mercado, y se trataron a los cardiomicitos con cada una de estas bebidas. Además, el equipo de investigadores usó nuevos métodos para estudiar la composición de las diferentes bebidas, pudiendo así comparar los efectos y las diferentes concentraciones de ingredientes en cada bebida, y las consecuencias de los mismos sobre los cardiomiocitos tratados.
Gracias a modelos matemáticos, los investigadores determinaron la presencia de teofilina, adenina y azelato en las bebidas, sustancias que pueden tener efectos negativos sobre el corazón.
Como también comenta Rusyn, se sabe poco sobre qué ingredientes de estas bebidas pueden contribuir a los efectos adversos sobre el corazón, más allá de la conocida y estudiada cafeína. De hecho, los efectos cardiovasculares de su consumo aún son poco concluyentes, dado que se han hecho ensayos clínicos muy limitados y con pocos participantes, además de ser estudios diferentes entre sí por los métodos usados.
Por ello, insiste Rusyn, es esencial trabajar para identificar mejor todos los ingredientes y poder así corroborar la seguridad del consumo alimentario en general, y de las bebidas energéticas en particular: algunas de las bebidas estudiadas pueden tener efectos nocivos sobre los cardiomiocitos humanos, haciendo que la balanza se desnivele: los efectos adversos podrían ser peores que el beneficio obtenido sobre el rendimiento físico a partir del consumo de estas populares bebidas.
Finalmente, Rusyn sugiere que la FDA y otras entidades reguladoras de consumo alimentario deberían analizar de forma más específica estas bebidas y sus ingredientes, sobre todo en el caso de su etiquetado, alertando de los potenciales efectos adversos de su consumo e incluso alentando a desaconsejar dicho consumo en ciertos grupos de población.