La lucha por la igualdad social de hombres y mujeres es una de las claves del desarrollo y evolución de la sociedad en la que vivimos, pues cada vez es mayor la concienciación sobre este conflicto social y se hace más necesaria la búsqueda de un reconocimiento equitativo entre ambos sexos, de un acceso similar a todo tipo de posibilidades y de la obtención de análogas condiciones en todos los ámbitos de nuestras vidas. Además de otras muchas, hay una desigualdad en especial a la que quizá no damos la merecida importancia que debería tener y a la que prácticamente nos enfrentamos cada día sin darnos cuenta: la tasa rosa.
Existen numerosos estudios que verifican la subsistencia de este sobrecoste al que tienen que hacer frente las mujeres por el simple hecho de ostentar esta condición. Sin embargo, no queriéndonos conformar con estos datos y con la esperanza de que la situación hubiera cambiado, nos hemos puesto manos a la obra y hemos visitado varios establecimientos, tanto físicamente como vía online, para comprobar de primera mano si la Tasa Rosa sigue estando presente entre nosotros; lamentablemente, os adelantamos que la respuesta ha sido afirmativa.
Sin duda, en los productos en los que más hemos notado la diferencia vuelven a ser los artículos de cuidado personal, más concretamente los del sector de perfumería, afeitado y depilación, e higiene en general. En estos casos, hemos encontrado cuchillas de afeitar desechables de dos hojas, cuyo precio en su versión femenina era de 0,75 euros por cinco unidades, mientras que en la versión masculina costaban 0,89 euros el doble de cuchillas (10 unidades). Por tanto, si quisiéramos adquirir 10 cuchillas de afeitado en la versión femenina, nos saldrían las diez unidades a 1,5 euros, frente a 0,89 euros de la versión masculina, estando por tanto ante un incremento del 69%, tan solo por el simple hecho de ser de color rosa.
En las cremas depilatorias también hemos visto un aumento significativo por el mero hecho de ser “para mujer”. Así, un bote de crema depilatoria de 200 ml y con las mismas características técnicas para ambos sexos, llega a costar un 11% más en el caso de decantarnos por la versión femenina, pasando de costar 4 euros a 4,45 euros.
Respecto a los desodorantes, también hay diferencias notables en el precio, a pesar de que solo se diferencien en algo tan nimio como el aroma o el color. En este caso, hemos observado desodorantes que, en su versión masculina, costaban un 5% menos que el mismo producto, de marca y características similares, pero en su versión para mujer. Asimismo hemos encontrado champús en los que la diferencia de precio entre las versiones masculina y femenina ha sido de hasta un 18% y perfumes de la misma gama y con el mismo contenido (50 ml.), con una diferencia de precio de hasta un 29% más la versión femenina que la masculina. También hemos encontrado limas eléctricas de pies, cuyos precios varían solo por el hecho de ser rosa o azul. De esta forma, la de color rosa es un 14% más cara que la de color azul, siendo las funciones y características de ambas las mismas.
Para terminar en la categoría de productos de cuidado personal, hemos observado como los tintes para el pelo también sufren el impacto de la tasa rosa, costando hasta un 30% más los destinados a mujeres que los relativos a los hombres, pasando de costar el mismo tinte de la misma marca y con el mismo contenido 6,45 euros en su versión femenina y 4,95 euros en su versión masculina.
Pero este hecho no se da sólo en la cosmética. En nuestra investigación hemos encontrado artículos textiles como camisetas técnicas de running, que solo por ser para mujer (teniendo la misma composición textil y características técnicas), llegan a costar hasta un 17% más y si nos decantamos por el mismo modelo de chancla en versión femenina pagaremos hasta un 33% más que en la masculina.
No podemos olvidarnos de los complementos tecnológicos. En este gremio también hemos observado que existen determinados artículos, como las fundas para los auriculares inalámbricos, en los que existen diferencias de precio si nos decantamos por el color rosa o por el color azul, siendo las primeras un 14% más caras que las segundas.
Ya desde bebé nos influyen también los colores, incluso en la compra de artículos para ellos se puede apreciar esta diferencia. Por ejemplo, un clip para chupetes azul cuesta 3,05 euros, y el mismo en color rosa, 4,45, es decir, un 45% más. Desde pequeños estamos marcados, como podemos comprobar. Incluso en los juguetes se señala esta diferencia. Así, hemos encontrado pulseras de juguete “Lego” que en su versión rosa costaban hasta un 14% más que en su versión azul, teniendo la misma funcionalidad, tamaño y finalidad; o carritos de muñecas que, por solo ser de color rosa, su precio se incrementaba hasta en un 36% en comparación a su homónimo en color azul, bicicletas de aprendizaje que por ser de princesas costaban un 10% más que las de superhéroes, auriculares de música de “Peppa Pig” que en su versión rosa incrementan su precio un 25% respecto a su versión azul, patinetes de tres ruedas cuya versión femenina es un 14% más cara que la masculina…
Ante esta situación, ¿Qué podemos hacer los consumidores para luchar contra este impuesto de género, tan vivo actualmente en nuestra sociedad? Quizá lo más importante es conocer dónde está el incremento de precio y, para ello, debemos buscar y analizar los productos que son más caros por el simple hecho de ser la versión femenina. En este sentido, se hace estrictamente necesario no adquirir productos de color rosa o “para mujeres” si son más caros y tienen las mismas características y funcionalidades que la versión masculina.