Cada ciudadano en España genera 445 kilos de residuos anualmente
El desperdicio de alimentos y los residuos que esto provoca es un problema grave y que muchas veces no es tenido en cuenta. Para echar luz sobre este asunto, EAE Business School ha publicado el día de hoy, 16 de febrero, el Estudio “El problema del desperdicio de comida. Un análisis crítico” el cual advierte que cada ciudadano de nuestro país genera 443 kilos de residuos per cápita, un 9% menos que en Europa, pero con un 53% mayor presencia de residuos en los vertederos respecto al resto del continente.
En España tenemos aún un largo recorrido para alcanzar la reducción de la contaminación a causa de los residuos ya que actualmente solo se recuperan 60 kilos per cápita con la incineración mediante recuperación energética, mientras que la media europea es de1 133, es decir, un 54 % más. Al respecto, Emilio Sánchez de Rojas, profesor de EAE Business School y uno de los coautores de estudio, explica que: “Todo ello muestra la necesidad y el potencial que tiene España para seguir reduciendo la cantidad de residuos que produce, pero sobre todo para mejorar la gestión de las administraciones para asegurar un mayor reciclaje. Una de las ventajas del problema del desperdicio de alimentos es que es relativamente fácil de abordar, puesto que cada uno de nosotros podemos optar por un consumo más responsable, contribuyendo así a la reducción de los Gases de Efecto Invernadero”.
El informe muestra que existen dos tipos de alimentos que suelen terminar en la basura: los que no cumplen con los estándares de venta (zanahoria deforme, manzana muy pequeña…) y productos enlatados, cereales, lácteos y perecederos que al alcanzar su fecha de caducidad deben ser desechados. Asimismo, advierte que los comercios tradicionales generan hasta un 60% menos de residuos que los grandes supermercados. Su tasa de desperdicio (cociente entre el total de alimentos desechados y el de comprados) es del 4,7%, una décima más que el año anterior. Los productos más desechados fueron las frutas (el 30,8 %), las verduras y hortalizas (13,5 %) y los lácteos (12,6 %).
Elena Bulmer, co-autora del estudio, señala que: “ en los países desarrollados, la mayor parte de la comida se pierde en la última fase de la cadena de suministro. Se ha identificado una interrelación supermercado-consumidor final. Un supermercado, con independencia de su tamaño, genera una gran cantidad de residuos, tanto por su tipo de actividad como por la variedad de inventario que mantienen, y la necesidad de evitar el coste de imagen que producen los productos agotados. En un día de trabajo se deben gestionar residuos orgánicos, plástico, cartones, vidrio, latas y bidones. Los supermercados tienen un gran impacto sobre los desechos de alimentos, debido a los cambios sobre lo que significan las fechas para la seguridad alimentaria, que hace que se deseche una gran cantidad de alimentos comestibles”,
A pesar de que la situación es compleja y hará falta un gran trabajo para revertirla, el estudio apunta alguna de las prácticas de economía circular, el modelo económico a través del cual el valor de los productos, materiales y recursos se mantengan en la economía el mayor tiempo posible, que aportan a minimizar la generación de desperdicios. Algunas de estas son las políticas comerciales de reducción de precios de los productos cercanos a su caducidad, las políticas solidarias de donación a organizaciones benéficas y de personal con donaciones a los propios empleados.
Hay un dato que no es menor y es que los residuos orgánicos se generan en toda la cadena alimentaria. La investigación muestra que, de estos residuos, el 70% de los restauradores admitió que eran los clientes los que generaban más residuos. A la misma pregunta, el 9% de los restaurantes entrevistados respondieron que la mayor parte de sus residuos se generaba en la comida no almacenada y no utilizada, seguido de un 4% que pensaban que se perdía en la preparación de la comida.
La investigación muestra que el 69% de las y los entrevistados afirmaron que sí que procuraban aprovechar de alguna forma estas sobras alimentarias. Algunas de las iniciativas mencionadas fueron: permitir que los trabajadores se lleven a casa las sobras para comérselas; utilizar las sobras para el desayuno, comida o cena de los empleados; llevar las sobras de comida a una residencia de ancianos; preparar pequeños aperitivos/tapas para los clientes a la hora de pedirse una caña o vino y preparar nuevas recetas con la comida sobrante, como podría ser el salmorejo con el pan del día anterior.
Otra práctica de economía circular es la realizada por los propios consumidores. Del informe se desprende que el 66% de los clientes de los restaurantes afirman llevarse las sobras. El 87% de los encuestados dijo que los desperdicios son “un problema real”. El 81% de los ciudadanos creen que los restaurantes y supermercados deberían dar productos no vendidos a asociaciones. El 67% cree que debe haber una mejor gestión de la existencia de productos; un 66% vender o utilizar productos desechables, un 58% cree que se debería educar a los consumidores sobre los residuos y un 53% cree que debería transformarse los productos no vendidos en jugos, mermeladas y sopas.