El alza del precio del petróleo puede suponer un sobrecoste anual de 200 euros
El precio de los carburantes lleva meses encadenando subidas motivadas por las perspectivas de una pronta recuperación económica tras los estragos provocados por la pandemia. Esa subida, que «todavía no ha llegado a su fin», amenaza a los bolsillos de los consumidores, cuyas familias deberán afrontar un coste adicional de entre 180 euros para el diésel y 210 para la gasolina.
A pesar de las múltiples incertidumbres que todavía se ciernen sobre el futuro, la esperanza puesta en las vacunas y las expectativas positivas de los mercados -que prevén cierta recuperación progresiva de la actividad económica-, se han traducido en una tendencia al alza del precio de los carburantes, que llevan registrando subidas en los últimos cuatro meses.
Lo cierto es que ha sido un año muy convulso para el también llamado «oro negro». Si bien los precios de los crudos de referencia empezaron el año rondando los 70 euros por barril, la crisis provocada por el coronavirus causó su descenso hasta los 12 euros por barril en el mes de abril, cuando más de la mitad de la población mundial permanecía confinada en sus casas. Desde ese mínimo histórico, el petróleo no ha hecho más que subir, especialmente desde el mes de noviembre por las expectativas de una recuperación económica mundial con la llegada de las vacunas.
Desde el inicio de la pandemia, se ha producido lo que se denomina un «efecto de pluma y cohete». De «pluma» en las bajadas de precio y de «cohete» en las subidas.
Son las dos caras de un fenómeno que consiste en que, cuando ocurre un cambio que debería producir una bajada de precio para el consumidor, esa bajada tarda más en empezar a reflejarse (la bajada es más lenta) y no siempre se traslada en su integridad. Mientras que, cuando sucede un cambio que implica una subida de precio para el consumidor, la subida se traslada antes, más rápido y de forma íntegra. El nombre viene de que las plumas tardan más en caer, mientras que los cohetes suben con gran presteza.
Y es que en el mes de abril los precios medios bajaron a entre los 1,07-1,08 euros para la gasolina y entre los 0,98-0,99 euros para el diésel, pero el «efecto pluma» ralentizó ese descenso, que no llegó a aplicarse en su totalidad «pues se cortaron de raíz con las primeras subidas del precio del petróleo». Es decir, los precios de la materia prima, el petróleo, bajaron; pero de forma tan lenta que apenas dio tiempo a que se notaran los efectos en las gasolineras. Por el contrario, «la velocidad de subida ha sido mucho más rápida» desde noviembre, situándose actualmente en 1,27 euros el precio para la gasolina y 1,15 euros para el diésel. Unas cifras que están «muy cerca de los precios máximos de enero de 2020».
Existen altas probabilidades que esa subida de precios se mantenga en las próximas semanas, teniendo un «importante efecto» en los bolsillos de los consumidores. Concretamente, se calcula que para el dueño de un vehículo que recorra unos 20.000 kilómetros al año, ese ascenso de precio supondrá un sobrecoste de 120 euros si es de gasóleo y 140 euros si, por el contrario, es de gasolina. Pero de continuar el imparable ritmo actual de subidas el sobrecoste anual podría alcanzar fácilmente los 180 euros para el diésel y los 210 euros para la gasolina.
El petróleo es una de las principales fuentes de energía; por lo que, a día de hoy, constituye uno de los recursos más valiosos del mundo. Pero la demanda depende de la fortaleza de la economía mundial, gravemente perjudicada por la pandemia. Tras meses de consumo hundido por una caída de la demanda, ahora parece que el sector apuesta por el optimismo que aporta el avance en la vacunación contra la Covid-19.
Los precios del petróleo se ven influidos por la actividad económica y, mientras las economías están medio paralizadas -con limitaciones a la actividad y a la movilidad, con mucha gente en teletrabajo y con sectores económicos enteros casi congelados (turismo, ocio nocturno, etc.)-, la demanda de petróleo es menor. Pero si el proceso de vacunación avanza, la incidencia de la pandemia disminuye y las restricciones a la economía se relajan o desaparecen, la demanda de petróleo aumenta, lo que hace que suban los precios del petróleo.
Los precios actuales del petróleo, no obstante, todavía no han llegado a alcanzar el precio máximo del año pasado. Pero ¿llegará esta tendencia creciente a superar las cifras de principios de 2020? Es difícil de pronosticar porque el precio depende de muchas variables. Todo depende de cómo avance la vacunación de los distintos países, de las variantes del virus que se han ido registrando, de la saturación del sistema sanitario o del impulso de la economía.
Estos factores pueden provocar que la subida continúe (si todos ellos resultan ser positivos) o, por el contrario, que ese incremento se frene e incluso se revierta. Aun así, ahora mismo los precios del petróleo están ya muy próximos a los de justo antes de la pandemia, por lo que no es en absoluto descartable que superen dichos niveles si las perspectivas de recuperación se van cumpliendo.
Al final, son siempre los consumidores quienes se llevan la peor parte, pues tienen que pagar las subidas, sin poder aprovecharse en igual medida de los descensos de precio. Por ello, ya se ha solicitado a la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia que tome cartas en el asunto e investigue y adopte las medidas necesarias para evitar ese «efecto pluma y cohete».
La «franja de dolor» de las economías occidentales
Desde la recesión de 2008, «hay un precio máximo que las economías occidentales pueden soportar», según Antonio Turiel, científico titular del CSIC y experto en el mercado petrolífero. «Hay una ‘franja de dolor’ que más o menos está alrededor de los 120 dólares por barril. Entonces, si llegamos a esos precios, obviamente las economías de los países occidentales automáticamente entran en recesión, no se puede evitar», explica.
Turiel aclara que «lo que ahora mismo nosotros llamamos petróleo, no es todo la misma sustancia». Según explica, debido a la escasez, en el proceso de refinado de combustible a partir de hidrocarburos líquidos se mezclan diversos productos que no son tan fáciles de procesar, por lo que «los costes de refinado han crecido en los últimos años», porque «el petróleo de toda la vida se está acabando», constata. La consecuencia de todo esto, por tanto, es que el precio de la gasolina sea mayor que en las últimas décadas, algo inevitable e «inherente a la situación en la que estamos», asegura.
Lo que sucede es que las petroleras cada vez invierten menos en buscar nuevos yacimientos, «porque ya casi no quedan rentables». Según señala el experto en el mercado petrolífero, «Repsol ha disminuido su inversión en búsqueda de yacimientos en un 90% desde 2014».
Para 2025, «la AIE nos avisa que la producción de petróleo podría caer a la mitad, y esto va a tener consecuencias devastadoras», augura Turón, poniendo como ejemplo el gran problema de desabastecimiento de diésel que se viene experimentando desde hace años. El escenario, según dice, es «muy malo, porque no hay alternativas». El experto asegura que, «aunque lo ideal es que sí que lo hubiera», no hay ninguna fuente de energía equiparable al petróleo y su versatilidad, y que se deberán de concentrar muchos esfuerzos en tratar de encontrar una fuente de energía que sostenga el modelo económico erigido en torno al sector.
Previsiones de recuperación
Según las previsiones publicadas este febrero por la Agencia Internacional de Energía (AIE), el consumo global de petróleo puede recuperar en 2021 el 60% del volumen perdido en 2020 y llegar a alcanzar los 96,4 millones de barriles diarios de crudo.
Ese «reequilibrio» del mercado del petróleo, sin embargo, sigue siendo frágil. La AIE señaló que las medidas para contener la propagación de la Covid-19, con sus variantes más contagiosas, «pesan mucho sobre la recuperación a corto plazo de la demanda mundial de petróleo».
Aun así, se espera una recuperación para el segundo semestre de 2021, ante una perspectiva económica más positiva, «junto con un compromiso de la OPEP + de acelerar la reducción de los excedentes de existencias de petróleo» que dejó la pandemia.
«De hecho hay una reactivación económica importante, sobre todo en Asia, y en menor medida en Europa y Estados Unidos. España, que siempre es más vulnerable, todavía registra cifras de caídas cercanas al 30%, pero en el resto del mundo ese descenso no es tan acusado, se acerca ya al 10%», explica Antonio Turel. El problema, señala, vendrá después de esa recuperación, con la caída de la producción. «Porque si la producción cae y la demanda sube, llegará un momento en el que no se sostenga», concluye.