El pago con tarjeta al contado y sin intereses bancarios se está convirtiendo en la principal opción a la que acuden los ciudadanos a la hora de realizar sus compras diarias. Al menos, así lo muestra la evolución del número de tarjetas de débito que hay en España, cada mes más distanciado del parque de las de crédito. Los meses de la pandemia y las estrecheces de muchas familias han acelerado aún más la activación de estos medios de pago por los que cualquier compra se carga en la cuenta corriente al instante, sin necesidad de aplazarla con los costes que la banca aplica si se elige esa posibilidad.
Hasta el tercer trimestre de este año, el número total de plásticos en los bolsillos de los ciudadanos ha vuelto a marcar su propio récord histórico, con 87,5 millones de unidades, según los últimos datos actualizados del Banco de España. Esto es, de media, casi dos tarjetas por ciudadano. Supone un incremento del 3% con respecto a los tres meses de verano del año pasado, cuando la pandemia aún no había llamado a las puertas de la economía.
Sin embargo, el tipo de tarjeta que usan los españoles va decantándose hacia la modalidad del pago directo. Las de débito acumulan ya 50,3 millones de unidades en activo, tras registrar un incremento del 4,5% entre julio y septiembre. Este crecimiento es muy superior al que han tenido las de crédito: apenas un 1% hasta rozar las 37,1 millones. El alza de las tarjetas de pago directo ya venía siendo mucho más acelerado que las que ofrecen financiación desde antes de esta crisis;unas no paraban de aumentar y las otras se iban estancando con el transcurso de los meses.
Pero tras el confinamiento, la contratación de tarjetas de crédito prácticamente se ha paralizado. Con la nueva situación económica doméstica, donde muchos hogares han visto recortados sus ingresos (por los ERTE, el desempleo, los ajustes laborales o la incertidumbre ante el futuro que les espera), los clientes bancarios han preferido no jugársela y, de contratar alguna tarjeta, han optado por las de débito. Y ello a pesar de los esfuerzos de la banca por comercializar las de crédito, un producto mucho más rentable para las entidades.
Esta evolución refleja el temor de muchos hogares a la hora de afrontar el próximo año. Al optar por las compras a crédito, las liquidaciones de esas operaciones llegan con el paso de los meses, e incluso pueden seguir pagándolos durante 2021. Una posibilidad que las familias parece que, por los niveles de contratación, no están dispuestos a asumir para sobreendeurdarse.
La activación de las de débito también revela que, en un contexto marcado por un mayor uso de las tarjetas en todo tipo de compras –sobre todo en internet, con el comercio ‘on-line’ impulsado por las restricciones a la movilidad y el temor a los contagios en las tiendas físicas–, las familias prefieren gastar lo que tienen en sus cuentas. Ni un euro más a coste de endeudarse.
En el tercer trimestre las compras con tarjeta (a través de los terminales de los comercios) aumentaron un 16%, el mismo terreno que cayeron entre marzo y junio. Una prueba de la reactivación del consumo durante el verano. Sin embargo, el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, ha venido defendiendo recientemente que las relaciones entre los ciudadanos y las entidades financieras han de estar protagonizadas por la idea del préstamo responsable, con objeto de evitar el sobreendeudamiento, que tan malas consecuencias tienen tanto para la vida de los particulares como para los bancos. Hernández de Cos considera que es una cuestión que concierne tanto a los clientes como a las corporaciones. Los primeros han de juzgar «con prudencia, pero sin miedo», sus posibilidades de endeudamiento, para lo cual el Banco de España ha puesto a su disposición herramientas que pueden ayudarles a analizar sus capacidades financieras. Mientras que los segundos, los bancos, tienen que evaluar la solvencia del prestatario con información suficiente.
En esta desaceleración del crédito también se explica por los tipos de interés que asumen las familias, a pesar del contexto en el que el precio oficial del dinero se encuentra en mínimos históricos del 0%. El tipo medio de los créditos al consumo (los que se contratan para compras de menor importe) se encuentra en el entorno del 6,5% hasta el pasado mes de septiembre (el último dato actualizado), prácticamente el mismo nivel que un año antes, según el supervisor.
En el caso de las tarjetas ‘revolving’ (aquellas en las que se activa una deuda por la que el cliente paga una cantidad fija durante el plazo pactado, independientemente de las compras que realice) su interés medio se sitúa en el 18,25%. Se trata de un coste que ha ido descendiendo a lo largo de todo el año después de la sentencia del Tribunal Supremo contra Wizink.
El Alto Tribunal anuló en febrero los intereses de esta modalidad de pago al considerarlos desorbitados. Ese coste se encontraba en febrero cerca del 19,8%. De hecho, los intereses de este medio de pago apenas había descendido por debajo del 20% en los últimos años, independientemente de la evolución del precio oficial del dinero. En 2019 cerraron en una media del 19,6%, tras varios años en el entorno del 20%.