Los ultraprocesados también generan grasa visceral
Los investigadores reclaman políticas de salud pública que desanimen a alimentarse con ultrapocesados. “En los mayores que han participado en el estudio, no llegan al 8% de su dieta, pero entre niños y adolescentes podemos ver que esas comidas suman casi el 50% de su ingesta, al mismo nivel que la media en Estados Unidos”, señala Romagosa.
También están valorando hasta qué punto influye el hecho de que sean estériles (son alimentos que surgen de un proceso industrial y han de estar estériles). “Esa falta de bacterias también puede estar afectando a nuestra microbiota intestinal y por eso tener efecto en la acumulación de grasas”.
El estudio, que ha liderado Dora Romaguera en la Fundación de Investigación Sanitaria Illes Barears, ha comprobado que aumentar en la dieta un 10% los ultraprocesados aumentan de forma significativa esa proción de grasa especialmente peligrosa. Hablan del consumo de bebidas con edulcorantes (aunque sean Zero), lácteos con sabores, galletas, cereales con golosos añadidos, aperitivos con los que es imposible parar de comer o embutidos de larga duración y cargados de aditivos.
El grupo de investigadores del Ciber de Obesidad y Nutrición ha podido demostrarlo con pruebas de medición objetivas: a través de densitometrías que miden sin duda la porción de hueso, músculo y grasa que tiene cada parte del cuerpo.
Los alimentos y bebidas ultraprocesados, todos aquellos que no se parecen a ninguna comida en estado natural, suelen durar mucho y vienen perfectamente envasados, tienen una relación directa con la adiposidad visceral, esa grasa que se coloca entre las vísceras y es responsable de trastornos metabólicos y enfermedad cardiovascular.
Ese crecimiento graso entre las vísceras –“también aumenta la grasa total”, apunta Romagosa– no depende tanto de las cantidades ni de su composición como alimento como del hecho de que sea comida ultraprocesada. “Nuestra hipótesis es que el procesamiento tiene un papel en sí mismo relevante”, señala la investigadora.
Desconocen de momento por qué, aunque suponen que influyen diversos elementos: los aditivos que se emplean para dar sabor o color, o para la larga conservación, la frecuencia con que resultan adictivos, que sean poco saciantes y también el posible efecto de los propios envases plásticos por su acción como disrruptores endocrinos.